Migraciones y violencia hacia la mujer

Augusto Valle

En Nicaragua antes de la actual crisis sanitaria el flujo de emigrantes tanto permanente como los que se mueven por un trabajo temporal hacia el extranjero era alto año con año, debido a las pocas opciones de empleo que existen en el país y el panorama sombrío que presentan las proyecciones de las fuentes oficiales como la de los economistas independientes. Para el año 2019, el número total de emigrantes era de 682,865 personas que habían salido fuera del país, lo que representaba el 10.56% del total de la población nacional, de ellos al menos el 53.74% eran mujeres (366,996) y el 46.25% eran varones de acuerdo con los datos de la fuente consultada (Demacro.com).

 

Los destinos como todos sabemos son Estados Unidos (44.35%), Costa Rica (43.43%), España (3.80%), Panamá (2.01%) y Canadá (1.54%). Para escoger el país de destino es necesario contar con un capital que cubra los gastos asociados con el transporte, alimentación y el alquiler de apartamento en el país de destino, esto es uno de los principales indicadores al momento de elegir las opciones. A lo largo de los años por uno u otro motivo las poblaciones son obligadas a cruzar las fronteras y aventurarse por algo nuevo; nuevas oportunidades laborales, de estudio o simplemente placer y es por tal motivo que el número de personas que sale fuera de Nicaragua es mucho mayor año con año al no existir suficientes ofertas laborales y salarios que cubran las expectativas de los habitantes.

 

Solo entre 2000 y 2005 el flujo de migrantes se mantiene bajo, es increíble como entre 2005 y 2010, la brecha entre hombres y mujeres haya pasado de 16,276 hasta los 35,116 casos de mujeres por encima del número de varones que tuvieron que salir del país. De forma general se puede observar un incremento del número de personas que salieron fuera del país del 39.86%, sin embargo este número manifiesta un incremento del 42.59% de mujeres en los 5 años analizados, por lo tanto, nos dice que el incremento general también se debe a que más mujeres tomaron la opción de ir por una mejor oportunidad de vida fuera de Nicaragua.

Sin embargo, al hacer un zoom sobre los datos, nos encontramos otro fenómeno que merece ser llevado a la mesa de trabajo de los legisladores y de las políticas públicas, es el tema referido a la brecha migratoria entre hombres y mujeres, porque este ejercicio nos hace ver que hay más mujeres que varones saliendo hacia el extranjero.

 

 

 

Oscar Castro Soto en su libro sobre Mujeres transmigrantes, dice que “La feminización de la migración no se refiere sólo a un aumento contundente de la participación de las mujeres en la migración, sino a su participación en los movimientos poblacionales de manera autónoma. En efecto hay cada vez más mujeres que migran por un proyecto propio, ya sea que tengan o no tengan pareja. Mientras, por otro lado, se ha comenzado a reconocer la participación de las mujeres en la esfera económica, no sólo como dependientas o parte de un grupo familiar sino como migrantes económicas”.

Son muchas las situaciones que se ponen de manifiesto al analizar el gráfico y leer al autor, pudiendo sugerir que existe un mercado laboral que demanda mujeres en el mercado internacional y por el cual recibirán un salario mejor que el que se le puede ofrecer en su país de origen. Que siguen existiendo desigualdades de oportunidades laborales para mujeres en el país y que las existentes ofrecen un salario indigno de acuerdo con su preparación, por lo tanto esa búsqueda en el mercado internacional se convierte en un proyecto propio.

 

En en el caso de que sea una pareja la que viva en el hogar, el hombre cuanta con un empleo fijo y muchas veces la mujer es obligada por éste para buscar un empleo dentro del país que en el caso de no encontrarlo tiene que decidir irse fuera, muchas veces influenciada por sus familiares y amigos ante los insuficientes recursos económicos para cubrir los gastos del hogar.  Y en el peor de los casos las mismas mujeres son obligadas a huir por razones de violencia doméstica y sexual sufrida dentro de su hogar y que muchas veces termina como un caso más de femicidio, por lo tanto, el emigrar es una opción para mantener su derecho a la vida el cual se le niega en su propio hogar y en su propia patria.

 

 

 

Las políticas públicas hacia la mujer se han quedado reducidas a charlas sobre género y programas que apoyan el diálogo en la comunidad, sin embargo, se han cerrado y luego reabierto las comisarías de la mujer a oficinas, y no existe una política de empleo que asegure la creación de nuevas fuentes de empleo para la mujer en el casco urbano y ya ni se diga en el sector rural en donde la violencia se convierte en un huésped con el que conviven las cientos de mujeres que no tienen otro empleo que el de realizar las labores domésticas sin recibir retribución económica mensual y que su recepción de dinero se relega a ser una intermediaria financiera entre su pareja que aporta y las obligaciones que se contraen el hogar.

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